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A pesar de que durante los últimos treinta años el delito ha disminuido a nivel mundial, la criminalidad en América Latina ha alcanzado niveles sin precedentes. Si bien las estadísticas demuestran que, desde comienzos del siglo XXI, la región ha experimentado crecimiento económico, reducción de la pobreza y la desigualdad, aumento de la demanda de consumo y extensión de la democracia.